Cuando el trabajo ya no es una obligación: la etapa del jubileo
Hay momentos en la vida que creemos le pertenecen a otros, que nos quedan lejos, que aún no son para nosotros. Pensamos que el tiempo para eso no todavía llegó. Nunca nos detenemos a pensarlo de verdad, hasta que empezamos a preguntárnoslo.
“Ese momento” nos alcanzará. Estoy hablando de la jubilación.
Cuando nos toque hacer los trámites a partir del cual pasaremos a ser llamados “jubilados”, entraremos en una nueva etapa en la que el tiempo nos será propio. Obtendremos asi una “recompensa” para poder descansar y disfrutar con júbilo.
Claro está, a partir de este punto de inflexión, todo cambia. Comenzamos esta nueva fase que antes nos era tan lejana, y eramos hasta incapaces de imaginar.
Por años vivimos corriendo detrás de horarios, rutinas, proyectos y personas que esperan resultados de nosotros. Sin darnos cuenta, organizamos gran parte de nuestra identidad alrededor de lo que hacemos. Por eso, cuando ese trabajo que nos exigía cada día de repente ya no está, algo se mueve dentro nuestro.
Pienso en una amiga, mayor que yo, que está comenzando esa transición hacia su jubileo. Aunque todavía le faltan algunos años, ya siente que su trabajo actual será el último. Se encuentra en pleno proceso de reflexión: piensa en cómo quiere que sea su nueva vida y, sobre todo, qué va a hacer con todo el tiempo que antes estaba ocupado por rutinas y obligaciones.
Escucharla hizo darme cuenta que la mayoría de nosotros no nos preparamos para ese cambio; simplemente llega y nos encuentra con una mezcla de alivio, incertidumbre y preguntas nuevas.
No todos lo atravesamos (o atravesaremos) de igual forma. Hay quienes sienten que, al dejar de trabajar, pierden un rumbo construido durante décadas. Otros sienten ansiedad, porque de pronto hay un tiempo vacío y silencioso. Algunos sienten nostalgia por lo vivido, por lo que ya no vuelve. Al mismo tiempo, la presión económica puede ser un factor angustiante. Pero también están los que sienten libertad: por fin pueden dedicarse a sus pasiones, a la familia o a esos hobbies y proyectos postergados.
De golpe vuelve a aparecer ese recurso tan escaso por tantos años: el tiempo. Y se vuelve abundante. Con él llega otra conciencia: que esta es una etapa distinta, quizás la última gran transición de la vida. Ya no hay un futuro que imaginar en términos de carrera o crecimiento profesional. Ahora el desafío es más simple y más profundo: vivir.
Esta etapa de transformación es un espacio donde podemos aprender a ser sin la urgencia de tener que hacer. Y creo que ahí está la clave: seguir haciendo, pero desde nuestra propia elección del ser. Es el momento de redescubrirse desde otro lugar. De preguntarse qué me gusta, qué me mueve, qué me conecta con otros. Y, sobre todo, no aislarse.
Es tiempo de buscar excusas para compartir, de elegir espacios donde sentirse parte de algo: un club, un taller, un voluntariado, una amistad a la que dedicarle tiempo. Me gusta llamarlo: momento para cultivar, porque ya las urgencias pasaron a ser capítulos que dejamos en esa etapa anterior de la vida. Ahora nos espera estar presentes en nuestro valioso tiempo.
Entender que todavía tenemos mucho para dar, que siempre hay alguien del otro lado a quien podemos acompañar, abrirle camino y compartirle la experiencia que construimos a lo largo de la vida, desde tantos ámbitos distintos.
El trabajo se termina, pero el “hacer” no se termina nunca. Podemos seguir creando, compartiendo, aportando. Incluso aunque el cuerpo pida más pausas o la energía sea distinta, siempre hay algo que podemos hacer, algo que da sentido.
Siento que ahí hay algo que nadie nos enseña: cómo vivir sin la obligación como guía. Nos formaron para producir, para sostener, para cumplir… pero no tanto para simplemente vivir sin reloj, sin una lista de pendientes que nos dé la sensación de utilidad. Tal vez por eso este cambio puede sentirse como un vacío, cuando en realidad puede ser un espacio enorme de libertad.
Quizás este tiempo es un regalo. Una invitación a descubrir que no somos solo lo que hacemos para ganarnos la vida, sino también lo que elegimos hacer cuando ya no hay obligación.
Te invito a pensar:
¿Cómo te gustaría que se vea tu vida cuando ya no tengas que trabajar?