Decidir se sostiene: la diferencia entre una decisión y una meta
Con el ritmo que llevamos en nuestro día a día, muchas veces confundimos decisiones con metas. Esa confusión puede generar frustración cuando tachamos cosas de la lista y parece que nunca es suficiente, que nunca llegamos a donde queremos.
Por ejemplo, querer tener una vida sana no es solo una meta, es una decisión profunda que se sostiene en el tiempo y acompaña cada paso que damos, incluso cuando nos cuesta o nos desviamos.
La meta es un objetivo concreto, un destino al que queremos llegar. Cuando la alcanzamos, se cumple, la podemos tachar o dejar atrás. Pero la decisión es diferente: es esa elección profunda que nos sostiene en el camino, aunque el recorrido no sea lineal.
Decidir cuidar nuestra salud, por ejemplo, es una apuesta constante que está vigente más allá de los días buenos o malos. Lo mismo pasa en otros ámbitos: la decisión de seguir aprendiendo, aunque hoy no rindas un examen o termines un curso; la decisión de construir una relación amorosa basada en el respeto y la confianza, aunque haya momentos difíciles; o la decisión de cultivar la amistad, aunque no siempre puedas estar tan presente como te gustaría.
Las metas son fluidas, cambian, se reformulan, se posponen o se cumplen. Son hitos que marcan un camino, pero la decisión es la brújula que nos guía cuando el camino se vuelve incierto o da giros inesperados.
Esto me hace pensar en los “intentares” de cada día: esos pequeños pasos que hacemos para mantener viva la decisión. Porque las metas se alcanzan; en cambio, las decisiones se mantienen.
Cuando alcanzás una meta, como correr una maratón, sabés que llegaste cuando cruzás la línea de llegada. Pero con decisiones como aprender a tocar un instrumento, cantar, hablar un idioma con fluidez, meditar o leer con regularidad, no hay un punto final. No te despertás un día y decís “listo, ya lo logré”. Más bien, es elegir hacerlo cada día, aunque el progreso no siempre sea visible.
Con los hábitos saludables pasa igual: comer sano, hacer ejercicio, cuidar la salud. No siempre cumplimos con todo como nos gustaría, ni nos acompaña siempre la misma motivación. Aun así, la decisión firme es la que elegimos sostener en el tiempo.
A veces, por el ritmo de la vida, hay pausas: semanas en las que no pudimos hacer todo lo que queríamos o lo hicimos a medias. Y esos intentos también valen.
Por eso, no pasa nada si hoy no hiciste ejercicio, si no avanzaste en un proyecto o si tuviste una discusión con alguien que querés. Eso no cambia tu decisión profunda, esa que sostiene tu propósito.
Lo importante es volver a ella con amabilidad, sin exigencias duras, haciendo lo que se pueda pero sosteniéndola. Porque cuando sostenemos la decisión, podemos recalibrar, ajustar el rumbo y pulir nuestros objetivos sin abandonarnos ni rendirnos.
Esos “intentares” son los movimientos vivos que nos mantienen en pie, recordatorios de que seguimos en carrera. Y así, con una decisión firme pero flexible, avanzamos de verdad.
Te invito a pensar:
¿Qué decisión sostenés hoy, aunque las metas y los pasos sean inciertos o cambien?