Nuestra relación con el dinero
A todos nos pasa: el dinero es una relación muy importante y muchas veces puede llegar a ser una relación conflictiva que tenemos, un tema que nos genera más ansiedad que entusiasmo, y sobre el que rara vez nos detenemos a reflexionar honestamente.
Es curioso cómo algo tan central en nuestras vidas, que usamos todos los días, sigue siendo un tabú emocional.
Para la mayoría de nosotros, el dinero no es un medio, sino un controlador que dicta nuestro humor y nuestras decisiones. Y esto nos obliga a mirarnos al espejo y preguntarnos: ¿Qué energía tiene el dinero en nuestras vidas?
Para algunos, es una fuente constante de estrés, miedo a la escasez y una sensación de que nunca es suficiente. Esta es la mentalidad que nos hace aferrarnos al dinero, tener miedo a perderlo y ver cada gasto como una amenaza. Pero para otros, el dinero fluye con gratitud, como una herramienta que permite el intercambio de valor y la alegría. Esas personas operan desde la mentalidad de abundancia, sabiendo que tienen lo suficiente y que lo que dan regresa a ellos nuevamente.
La cantidad de dinero que tengamos es secundaria, lo que realmente define nuestra tranquilidad y nuestros comportamientos es la mentalidad con la que operamos.
Nuestra manera de relacionarnos con el dinero no es casual. Si sentimos que debemos sacrificarnos o que es mejor no tener mucho, es porque arrastramos historias. Muchos de esos miedos son heridas emocionales o creencias heredadas de nuestro pasado en nuestra infancia, de lo que vimos en casa o de lo que la sociedad nos vendió. Llevamos dentro "frases o registros de dinero" inconscientes que nos dicen que el dinero es difícil de ganar o que trae problemas.
El problema no está en los números, sino en las conversaciones internas que repetimos y que nos anclan en esos viejos patrones. ¿Qué te decís vos mismo sobre tu capacidad para prosperar? Esas frases viejas y limitantes son las que debemos poner en cuestión porque son las que programan nuestros pensamientos, nuestros hábitos y terminan siendo responsables de cómo nos sentimos y actuamos en la vida.
La buena noticia, y aquí es donde empieza la verdadera transformación, es que esas creencias que tenemos sobre el dinero no son nuestra sentencia. Podemos reprogramar nuestra mentalidad y cambiar la conversación. El cambio no se trata de hacer cálculos más complejos, sino de cambiar la manera en que pensamos, hablamos y sentimos sobre el dinero.
Esto es un trabajo de crecimiento personal profundo que nos lleva a desarticular esos pensamientos que nos estancan y nos devuelve la sensación de control y merecimiento. Al tomar conciencia de esas viejas creencias, podemos reemplazarlas por pensamientos que nos expandan, que nos generen nuevas posibilidades.
El crecimiento personal y el dinero están íntimamente conectados. Si cambiamos nuestra percepción, si aprendemos a agradecer por lo que tenemos y por lo que damos, el dinero automáticamente cambia su significado en nuestras vidas. Dejamos de ser víctimas de la economía para convertirnos en participantes activos y conscientes del ciclo de dar y recibir valor.
El verdadero crecimiento no es la acumulación, sino la tranquilidad y la libertad que sentimos al manejar nuestros recursos. Cuando hacemos las paces con nuestro pasado y cultivamos la gratitud, la abundancia deja de ser una meta inalcanzable y se convierte en nuestro estado natural.
Te invito a pensar:
¿Qué te animarías a cambiar si el miedo a que falte algo desapareciera?