Un tiempo propio 

Como consecuencia del estilo de vida acelerado en el que nos encontramos sumergidos hoy día, la cantidad de información a la cual podemos acceder de manera tan sencilla nos abruma. 

A esto se suma el bombardeo constante de las redes sociales, donde podemos ser testigos de manera frenética de las vidas de las personas. Todo ello hace que muchas veces vayamos sintiendo una presión inconsciente. 

Se despierta en nosotros una sensación de urgencia por alcanzar lo mismo, y ahí comienza la otra carrera: la de la comparación

Esta presión no solo ocurre cuando interactuamos con las pantallas. También la vivimos en el día a día, con nuestros propios amigos, familiares o conocidos. Escuchamos que alguien consiguió el trabajo que tanto quería, que otro se mudó a un lugar increible, que se casó o tuvo hijos; y algo se despierta en nosotros que nos deja un sabor agridulce: “todavía no llegué y no logre eso que quería”.

Esto nos puede hacer sentir una falsa sensación de que todos están avanzando en las diferentes etapas de la vida de manera más rápida que nosotros, como si hubiera un ritmo universal que todos debemos seguir. Pero la verdad es que la vida de cada persona es un viaje único, con sus propios tiempos y momentos. 

De nada sirve compararnos. Porque eso nos daña profundamente, ponemos más énfasis en nuestras faltas que en todo lo que ya tenemos y, sobre todo, dudamos de nosotros mismos, perdiendo la confianza. 

Para entender este proceso y liberarnos de la presión, es fundamental comprender que no todas las flores florecen al mismo tiempo.

Pensemos en la naturaleza. Algunas flores florecen con la llegada de la primavera, mientras otras esperan pacientemente hasta el calor del verano para mostrar toda su belleza. La orquídea, por ejemplo, puede tardar años en florecer por primera vez, pero su flor es una obra de arte. 

Con cada una de nuestras vidas sucede lo mismo. Nuestros logros, metas y crecimiento no tienen por qué seguir el mismo ritmo que el de los demás. El ritmo es propio.

Cada persona tiene su propio tiempo para crecer y desarrollarse, y es fundamental que el autoconocimiento y la paciencia nos ayuden a reflexionar sobre las propias metas y deseos.

La clave radica en poder hacer el trabajo de mirarnos hacia adentro, buscando nuestras propias respuestas sobre quiénes somos, qué queremos para nosotros y qué nos hace felices. 

El autoconocimiento no es un acto pasivo, es más bien un compromiso activo de escucharnos, de reconocer nuestros propios talentos y de celebrar cada pequeño paso, sin importar lo que el mundo exterior considere un "gran logro". 

Este camino que nada tiene que ver con los tiempos acelerados marcados por el presente; tiene que ver con nuestra propia escucha, cuyo proceso es lento y profundo. 

Te invito a pensar:

¿En qué parte de tu camino sentís que el mundo te está apurando?

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