El trabajo del sueño: mantenernos vivos

A veces creemos que soñar es algo pasivo. 

Como si bastara con cerrar los ojos y dejar que aparezca eso que queremos. Pero los sueños (los verdaderos, los que llevamos despiertos) también requieren trabajo. Y no cualquier trabajo: uno vital. Sostener lo que nos mantiene vivos. Caminar hacia eso que nos da sentido, aunque a veces no sepamos muy bien cómo se llega.

Y ahí es donde, sin darnos cuenta, empezamos a vivir de verdad. En cada paso que damos por ese deseo que nos habita. En la acción, en el movimiento, en las pequeñas decisiones de todos los días. Ahí estamos siendo. Porque no es solo llegar: es estar en ese recorrido con lo que somos, con lo que sentimos. Y darnos cuenta, en medio de todo eso, de que sí: estamos vivos.

A su vez, pienso que no hay nada más fácil que dejar de soñar cuando las cosas duelen, cuando la rutina pesa, cuando parece que nada cambia. Y, sin embargo, ahí es donde el sueño, ese que nos habita por dentro, sigue trabajando en silencio. Es invisible ante el mundo, ante los ojos ajenos. Su función nos recuerda que no estamos hechos solo para sobrevivir: hay algo más que nos está esperando mientras caminamos hacia ese lugar.

Soñar no es ingenuo; es una forma de resistencia. Es elegir seguir creyendo, seguir deseando, seguir imaginando algo que aún no llegó, pero que tiene sentido incluso antes de existir. Y eso, aunque no lo parezca, también nos salva.

Hay días en los que todo cuesta más, y es justo ahí cuando más trabajo hacen nuestros sueños. Nos empujan un poco. Nos nombran por dentro. Nos sostienen.

Soñar es un acto de fe en nosotros mismos, aunque muchas veces lo neguemos. Es confiar en que hay algo del otro lado del miedo, de la espera, del cansancio. Es un modo de recordarnos que todavía hay algo por lo que vale la pena seguir andando.

A veces los sueños no se cumplen como los imaginábamos. Se van transformando en el camino, y nos toca adaptarnos a lo nuevo que traen. Pero eso no los hace menos valiosos. Al contrario: es ahí donde entendemos que soñar no es alcanzar algo perfecto, sino seguir el hilo de lo que nos da sentido, aunque cambie de forma.

Y hay que tener coraje para sostener un sueño. Porque a veces nadie más lo ve. A veces ni nosotros mismos lo vemos con claridad. Pero lo sentimos. Está ahí, como una especie de brújula muda que late suave, pero constante. Y entonces seguimos.

No se trata de tenerlo todo claro. Se trata de no apagar eso que, incluso en medio del ruido, sigue diciendo: “esto es lo que te importa”.

¿Qué pasaría si volvieras a prestarle atención a ese sueño que todavía no se fue?

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